Alto de Castro

Las tierras donde
creamos

Sabemos por nuestra historia, que estas tierras tan orientales de la Ribera del Duero donde alcanzamos su punto más alto con 937 metros de altitud, no solo fueron útiles por su naturaleza defensiva utilizando los castros fortificados en lo alto de cada uno de sus cerros testigo, sino que además aquí ya se cultivaban y elaboraban sus conocidos vinos, mucho antes de la llegada de los romanos hace más de 2300 años. (así dan testimonio las monedas celtíberas que se acuñaron en esta zona con racimos de uva). 

El clima
hace el vino

Con un clima extremadamente continental, de noches siempre muy frías y fuertes heladas cada invierno, se suceden los contrastes opuestos de la altitud en la meseta, con calurosos y secos meses de verano, que contraponen de extremo a extremo, grandes diferencias térmicas todos los días del año, dentro de un entorno tranquilo y privilegiado, donde solo se oye silbar al silencio.

El paisaje

Desde estas elevadas laderas y su Castillo Medieval, se puede vislumbrar la preciosa villa de Peñaranda de Duero, desde donde se van difuminando con el paisaje decenas de viñas desiguales que salpican de colores terrosos y ocres, mientras van recortando el terruño y el campo castellano: Todos estos empinados desniveles calcáreos y arcillosos se funden en el encuentro por donde termina discurriendo el aplomado cauce del río Duero, que fluye buscando su red de afluentes en la zona más alta de toda la Ribera del Duero. 

La filosofía de
nuestra tierra

 Y con esta austeridad de lo sencillo, van discurriendo Las distintas voces que han arropado nuestra juventud, que sin duda alguna son el germen de lo que hoy somos. De este modo tradicional se va construyendo el devenir de los años y el amor por esta tierra que nos corresponde, sabiendo que quizás la vida no sea más que la sombra de un sueño fugaz donde volvemos de forma continuada a nuestro origen, que es nuestra Patria: El regreso esperado a la infancia.